Hubo una ocasión que los medios de comunicación comenzaron a comunicar que se acercaba una gota fría a una zona del país, alertando a los ciudadanos que había alto riesgo de lluvias torrenciales que podrían provocar inundaciones en la parte baja de la ciudad.
Y llamaron a las puertas de un buen hombre al que llamaremos “Paco”. Era un vecino que venía a decirle que se iban al polideportivo que el Ayuntamiento había preparado en la zona alta de la ciudad para alojar a todos los vecinos de abajo, y venía a proponerle que fueran juntos.
No Manolo, le dijo Paco. Aprecio tu preocupación por mi pero yo soy un firme creyente y no voy a caer en el pánico colectivo, estoy seguro de que Dios no me abandonará.
Bueno, tú mismo, le respondió Manolo, ya sabes dónde estamos. Y se fue.
El caso es que, según lo previsto, comenzó a llover y a llover y a llover y cada vez con más intensidad y violencia. A la media hora el alcantarillado ya no podía tragar el agua caída y las calles se empezaron a inundar.
El agua empezó a entrar por debajo de la puerta de Paco, y poco a poco se empezó a anegar la casa.
Unos centímetros al principio, hasta el tobillo minutos después.
En media hora el agua ya llegaba a la cintura de Paco y decidió subir a la primera planta de la casa.
Un rato después escuchó golpes en la ventana de una de las habitaciones de arriba. Manolo sorprendido fue a ver y descubrió que era una barca de protección civil buscando posibles ciudadanos atrapados en sus casas. Cuando lo vieron asomarse a la ventana le dijeron que no se preocupara, que subiera a la barca que por fin estaba a salvo.
¿Y que les respondió Paco? Pues eso, que no se preocuparan por él, que el estaba seguro de que Dios no le abandonaría y se iba a quedar en su casa.
Los de protección civil intentaron convencerlo, pero no hubo forma, Paco firme en su creencia y decisión, no abandonaría su casa y se terminaron marchando a rescatar a otros que si lo necesitaran.
El caso es que cada vez llovía más fuerte y el agua superó también la primera planta. Paco subió por la trampilla de la buhardilla a la cubierta de la casa. Allí teníamos al hombre, sentado en las tejas, junto a la torre de la chimenea, observando el desastre que lo rodeaba.
Entre el ruido ensordecedor de la lluvia torrencial comenzó a escuchar otro aún más fuerte a la vez que luces giratorias que se reflejaban por todas partes. Al girarse descubrió un helicóptero de salvamento de la Guardia Civil que a través de potentes bocinas le dijeron que no se preocupara, que habían venido a rescatarlo. Echaron unas cuerdas y al momento bajó un Guardia Civil para ayudarlo a subir al aparato pero Paco firme en su creencia y decisión, le dijo a este también que no se preocuparan, que él estaba seguro que Dios no le abandonaría y él se quedaba en casa.
No hubo forma, ni por más firme que se pusiera el de Benemérita, la situación se estaba poniendo tan extrema que tuvieron que tomar la decisión de marcharse y dejarlo allí.
El agua superó el nivel de la cubierta de la casa y Paco se terminó ahogando.
Llegado a las puertas de San Pedro le dijo muy enojado que quería una audiencia con Dios. Le hicieron esperar un rato pero al rato lo consiguió.
Dios, me has decepcionado, no me esperaba esto de ti. Yo era un firme creyente y me has abandonado.
¿Pero cómo que te he abandonado? Respondió Dios. Te mandé a tu vecino Manolo. Te mandé la barca de protección civil y te mandé al helicóptero de salvamento y tú erre que erre. No hubo forma de sacarte de allí. Paco, es que eres un cabezón.
Bueno, pues esta historia me recuerda a la conversación que he tenido en las últimas semanas con algún que otro compañero, que parecen negacionistas de todo lo que se nos viene encima y siguen confiados en que la recesión no será tan mala como la pintan y siguen su día a día sin prepararse para ello.
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En resumen amigo, el vecino Manolo son estos vídeos gratuitos que recibes en tu WhatsApp.
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Por favor, ponte en marcha Y NO TE AHOGES.
José Luis Jimeno
Salud y ventas
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